“EL GRAN SORTEO” ¿Detrás de qué nos escondemos?

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Bienvenidas a otro nuevo encuentro, en nuestra sección para la mujer.

Ciertamente los tiempos que corren hoy, nos deben ayudar a examinarnos con mayor detenimiento. Tendremos días grises, otros más coloridos, lo importante de ellos es haber aprendido lo que nos quisieron enseñar.

¡Qué gran verdad, expresaba el salmista David! en el Salmo 139:23-24, cuando recitó: “Examíname, oh Dios mío, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”

¿Qué habrá visto en él mismo, que le era necesario pedirle al Padre, que lo examinase? ¿Será que todos poseemos la virtud de poder reconocer, cuán importante es exponernos ante Su luz, para que las áreas necesitadas de él, sean restauradas, sanadas, liberadas, fortalecidas y direccionadas?

Estos días analizaba acerca de aquellas cosas que sin darnos cuenta, están ocupando un lugar primordial en nuestro diario vivir, y sin percibirlo, nos alejaron tanto de la comunión con el Padre, que ya nos da igual pasar tiempos con él o no; ya da lo mismo orar o no; ya no importa si antes aguardaba con añoro que llegase el momento de estar ser parte en la unidad con la comunidad de fe… Sin darnos cuenta todos esos anhelos fueron diluyéndose, hasta casi desaparecer.

Estas realidades que hoy enfrentamos, no se transformaron solo en distracciones, sino, que innumerables veces hicimos de nuestras prioridades “impostergables” nuestros ídolos.

¿Puede alguien que ha conocido del amor del Salvador, tener ídolos entronados en su corazón? La respuesta es tan corta y sencilla: Sí, afirmativamente sí. Cuando el corazón no ha sido lo suficientemente depurado todo aquello a lo que fuimos capaces de darle la primicia en nuestras vidas, fuera de Dios, “se transformó ya en idolatría”.

La primicia representa lo primero, aquello por lo que me muevo, lo que me motiva, por lo que vivo y respiro; a lo que le dedico el mayor tesoro de mí: mi vida.

Cuando Dios no es la primera acción y el primer pensamiento de la mañana, comenzamos a sortear el lugar en el que se sentaría en el trono de nuestro corazón y lo posponemos días, meses y años; ofreciéndolo como respuesta para otros, pero como plato de segunda para nosotros. Crudo, ¿verdad?

¿Se imaginan realizando un sorteo, en el que ofrezcamos el lugar, el tiempo y el momento en el que el Rey de la Tierra, Yeshúa se sentase en el trono de nuestro ser? Suena duro, rígido, exaspera pensarlo; pero ¿cuántas veces lo hemos hecho de esta manera, simplemente porque sabemos que cuando lo busquemos siempre va a estar ahí?

Hoy quiero invitarte a que reflexionemos juntas, a que nos examinemos, a que nos analicemos introspectivamente con sencillez de corazón con la guía del Espíritu Santo que vive y mora en nosotros. Y así como mencionaba ese Salmo tan maravilloso; ese que reflejaba que David, aun siendo rey y rodeado de esplendor, se encontraba incompleto, si Su amado Dios no lo miraba y contaba con su dirección y aprobación, podamos hacer lo mismo desde HOY.

David, necesitó aprender a someter su humanidad para reconocer la soberanía de Dios. Ello era más valioso que cualquier riqueza que pudiese poseer. De seguro, le hubiera sido sencillo confundirse, rodeado de tanta majestad; porque también fue probado, deshonrando a Dios, desobedeciéndole y yéndose tras deseos engañosos. Pero el amor de Dios ha sido tan grande, que lo perdonó, y no sólo ello, sino que su herencia (el Rey Salomón) fue quien le edificó casa a Dios. ¡Cuán grande e infinito es Su amor!  

Sus oportunidades, son el reflejo de que su fiel misericordia nos modela a la imagen de Su hijo, él nos ve como una obra ya acabada. Pero que él sea la primicia. Desechemos toda idolatría de nosotros, todo lo que impida que su fluir sea de continuo en nuestras vidas. Pidámosle que examine todo lo que somos, hasta ser lo que él pretende que seamos y a partir de allí, comprendamos cuál sea Su buena voluntad para nosotros y destronando todo ídolo que haya ocupado Su lugar. Mujer, te bendigo y si esta reflexión fue de bendición, te ayudó a reflexionar y pudiste situarte en ella, no dudes en compartirla con todo el mundo, porque estoy segura que todos necesitamos leerla.



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